31 de marzo de 2008

sola

Ella subió en la estación Salvador. Creí que iba a hacer trasbordo a la línea 5, pero se mantuvo dentro del vagón, como esperándome. Me prometí que si no se bajaba en Los Héroes le hablaría. No se bajó. A veces, nuestras miradas se cruzaban y yo trataba de entablar conversación, pero los nervios me traicionaban. Cuando ella se bajó en República decidí seguirla. Vi como subía las escaleras y corría a besar a quien la esperaba en la estación. Desilusionado volví al andén, un nuevo tren abrió las puertas. Entré y miré hacia las escaleras, ella bajaba llorando. Sola



13 de marzo de 2008

vecinos. Cap 2

La micro se demora algo más de lo esperado en el trayecto del supermercado a la casa. Las 3 bolsas que llevo llevan apenas lo suficiente para poder sobrevivir unos cuantos dias. Me bajo del bus. Doblo la esquina y entonces la veo, una patrulla de carabineros y una ambulancia estacionadas frente al edificio. Subo las escaleras sin siquiera detenerme frente al ascensor y llego jadeando a nuestro piso. Ahí estabas tú, tu cabeza bañada en sangre, sentada en el piso mientras un paramédico checkeaba que todo estubiera bien. El bastardo de tu novio yace inerte en la entrada de tu departamento. La garganta brutalmente cercenada, su brazo derecho completamente destrozado y su mano aún sosteniendo un revólver. Un policía lo cubre ya con la lona celeste con la que tapan a los muertos. Me viste. Tu voz suena quebrada cuando pronuncias mi nombre. Las bolsas caen al suelo mientras corro a abrazarte…



Comenzamos a conversar cuando, como en tantas películas y novelas, mi falta de organización hogareña me obligó a acercarme a tu puerta y golpear para pedir algo con que endulzar mi café. Abriste la puerta. “Si?” Me dijiste cuando abriste la puerta. Con una irónica sonrisa respondí. “Disculpa lo cliché de la situación, pero, me podrías prestar un poco de azucar?”. Sonreíste. Me invitaste a pasar. Me pediste disculpas por el desorden. Entraste a la cocina y me dijiste “Tengo azucar justa para dos tazas de café. Te importa si la tomamos juntos?. Despues de todo hay que conocer a los vecinos”. Y así transcurrió nuestro primer desayuno, entre tazas de café y cigarros. La hora voló y tuve que partir.

Nunca pensé que un par de días despues, la situación de invertiría y serías tú ahora quien estaría en mi puerta usando una frase cliché como excusa para poder pasar un momento juntos. Comenzamos a acostumbrarnos a eso, a desayunar juntos. Nuestra relación fue creciendo. Éramos más que amigos, menos que amantes. Había entre nosotros una confianza y comprensión plenas. Muchas veces te aconsejé. Muchas veces me dijiste que él cambiaría. Otras veces, las mas, llegabas con los ojos inundados de lágrimas y pasábamos horas en la cama, tú llorando y yo consolándote.

…Estallas en lágrimas en el momento en que mis brazos rodean tu cuerpo, como sintiéndote ya en casa, segura. El fiscal ya llegó y, tras mirar la evidencia, te envía a realizar exámenes y constatar de lesiones para determinar si fue en defensa propia. El paramédico toma suavemente tu brazo y te indica que es hora de ir. Te levantas, te digo que nos veremos luego, que no te preocupes. Tú tratas de sonreír y te vas con ellos. Los carabineros terminan su labor en la escena y se llevan el cuerpo de quien atentó tantas veces contra ti.

Ya todo había acabado. Pronto podrías volver a tu departamento y a nuestros desayunos juntos, ahora sin llantos. Enciendo un cigarro para calmar mis nervios y me asomo a la ventana. La ambulancia parte mientras su sirena resuena estridente entre las calles de la ciudad. La noche había caido sin que me diera cuenta y ahora el cielo gris amenaza con romper en lluvia…

Sus gritos y los tuyos me despertaron temprano en la madrugada. Encendí la luz de mi habitación mientras le oía gritarte y amenazarte de muerte. Esos celos enfermizos, esa mirada de odio que lanzaba cada vez que me veía. Ese día no lo soporté mas y en cuanto se fue golpeé a tu puerta. Te pedí que nos fuéramos lejos. Que te olvidaras de él y partiéramos donde nadie nos conociera y comenzáramos una vida nueva. Por millonésima vez me juraste que él cambiaría. Que dejaría de tratarte mal y que ese mismo día volvería con un ramo de flores y las cosas por fin serían como siempre las habías soñado. Tu rostro ya se estaba hinchando y comenzaba a tomar el color oscuro típico de los golpes. Por millonésima vez también te pedí que te cuidaras y que me llamaras si me necesitabas. Me despedí de ti, cogí un cigarro y salí a tomar fotografías como suelo hacer.

10 de marzo de 2008

vecinos. Cap 1

El sonido de tu piano me despierta temprano en la mañana. De entre el desorden de mi habitación selecciono unos pantalones relativamente limpios y la única camisa que todavía no apesta. Enciendo mi primer cigarro del día mientras ejecutas virtuosamente algunos movimientos de algún compositor que no logro identificar. Tu música me droga, altera mi realidad. Suelo encontrarme a mi mismo sentado en el sillón, con los ojos cerrados y con una colilla apagada entre mis dedos, tan solo con tu música como compañía.


Las melodiosas notas se interrumpen violentamente al comenzar los gritos de tu pareja. Poco después, las ya tan comunes peleas, la quebrazón de platos, los gritos de dolor y, finalmente, un portazo y tu llanto ahogado junto a la ventana. Las cosas siempre han sido así…

Recuerdo cuando llegaron al departamento junto al mío, una pareja joven, al parecer culta, sin nada que pareciese de valor más que un piano de cola, negro azabache, magníficamente conservado.

Fue mas tarde, despues del ajetreo tan típico de las mudanzas, que pude escucharte tocar por primera vez. Las dulces notas surgían magníficas al tocar las tecas con tus bellas manos. Me enamoré de tu música, y a través de ella, de quien la ejecutaba con tanta maestría.

No fue si no hasta casi un mes despues que te ví por primera vez en detalle. Era tarde en la noche. Nos topamos de casualidad en el hall de entrada y tomamos juntos el ascensor. Llevabas tu rubio pelo tomado en una cola que descendía seductoramente por el escote de tu vestido. Un leve olor a alcohol te delató, habías estado bebiendo.

“Hola” fue la primera palabra que escuché de tus labios, y tu bello rostro, maquillado por el vino, me pareció más hermoso entonces que nunca después. “Hola” te respondí, y no supe que más decirte. El ascensor se detuvo en un piso que no era el nuestro, un hombre subió y la magia se acabó. Nos despedimos con la mirada y cada uno entró a su mundo. A su espacio. A tu música y belleza. A mi olor a tabaco y encierro.


…Tus llantos cesan lentamente. Recuperas la calma. Sales de tu departamento y tus fágiles manos golpean mi puerta. Tu rostro, amoratado e hinchado por los golpes tus ojos inyectados de sangre por el llanto. Me abrazas, rompes a llorar de nuevo mientras me preguntas por qué te tocó vivir esta vida. Por qué no te enamoraste de mí. Por qué sigues aguantando a ese bastardo.

Un café, una ducha tibia y ya estás mas calmada. Por enésima vez trato de convencerte de que denuncies a ese hijo de puta. Pero tus respuestas son siempre negativas. La caja de cigarros vacía descanza arrugada cobre la mesa y el último cilindro agoniza humeante entre mis labios, a punto de extinguirse.

Te levantas, me abrazas, me agradeces por escucharte y me dices que te vas. Yo tomo tu brazo al vuelo, te miro a los ojos, pienso en todo lo que puede haberte dado y te suplico que te cuides. Tú me sonries, con los ojos aún inyectados de sangre, y te acercas a besar mi frente. “A mi también me gustaría”, me dices. Cierras la puerta y te vas. Momentos despues, me encuentro llamando al ascensor para ir a comprar más cigarros. Un Réquiem suena en el fondo, como profetizando un posible desenlace fatal.

7 de marzo de 2008

mujeres. Cap 13 (final)

Aquella fue la última conversación que tuvimos, la última vez que nos besamos. Pienso en esos momentos ahora y no entiendo cómo no me di cuenta antes. Cómo no vi tu traición y tus mentiras. Recuerdo esos dos días en el hotel y lloro por nosotras. Te amo todavía, a pesar de todo. Te comenté esa noche sobre lo que dijo el botones. Tú no pareciste sorprenderte.


- Pero estás segura que no es una trampa? – Te dije, justo antes de partir.
- Segura. Confía en mí amor, dentro de poco todo habrá acabado.

Carlos había llegado durante la madrugada, y nos esperaba en el lobby del hotel cuando bajamos para partir al desierto. Tu cabello estaba recogido en una hermosa cola de caballo que caía lisa y seductora desde tu nuca.

El viento jugaba con mi cabello mientras salíamos de la ciudad y el Sol calentaba ya nuestra piel con los primeros rayos de la mañana. Tal como nos había dicho, el botones, sin el uniforme con el que lo habíamos visto en el hotel, nos esperaba en la salida. Junto a él, dos desconocidos esperaban dentro de una camioneta.

- Temía que no vinieran. Vamos, no tenemos tiempo que perder. – Dijo antes de subirse en el asiento del conductor de la camioneta. – Síganme.

Ahora entiendo tu hermetismo, amor, cuando te preguntaba sobre nuestro viaje al desierto con el botones. Cuando hablabas por celular a media voz, tratando que nadie te oyera.

Llevábamos ya 20 minutos siguiendo al botones cuando me pasaste este chaleco anti balas, y la pistola que acabó con tu vida. Me dijiste que todo acabaría pronto, que las armas y la protección eran sólo como disuasión. Sólo cuando nos bajamos, junto a otra camioneta idéntica a la que seguíamos, que me explicaste lo de la transacción de drogas. Carlos esperaría en el auto.

Lo que vino después fue una extraña sucesión de imágenes fijas. Algo salió horriblemente mal. Vi a los desconocidos de la camioneta bajarse y tomarte de los brazos. Vi a Sanka bajarse de la otra camioneta y al botones acercándose a saludarlo. Los vi humillarte, golpearte, ultrajarte. Tu brazo roto colgaba en una grotesca posición detrás de tu cabeza, mientras uno de los bastardos rompía tus pantalones. Fuiste violada mas veces de las que puedo contar, frente a mi, mientras yo me encontraba en un estado de catarsis. Incapaz de reaccionar.

Sanka se acercó a mí y me susurró al oído que yo era la siguiente. Recuerdo haberme enfurecido. Miré al negro bastardo a los ojos y desenfundé la pistola. Apreté el gatillo antes que los demás pudieran darse cuenta de lo que estaba pasando. Carlos disparó desde el auto a quien se encargaba de custodiarlo. Comenzó entonces un tiroteo, parapetados tras los autos. Como pude te arrastré hasta donde Carlos se encontraba disparando, detrás de una de las camionetas. Dos mal nacidos cayeron antes de que un el botones terminara con la vida de Carlos con un certero disparo en el corazón.

Todo quedó reducido entonces a la escoria humana que nos disparaba y nosotras.

- Podemos estar así un buen tiempo, señoritas.
- Cállate! Te voy a matar!

No sé cuanto tiempo pasó antes de escuchar el grito del botones. Un escorpión lo había picado. La distracción fue suficiente y en tres pasos llegué a su lado. Me miró entonces y se supo derrotado.

- Te voy a hacer pagar, hijo de la grandísima puta!!

El primer disparo atravesó su pie derecho. Su grito se vio silenciado por otro disparo en el pie contrario. Fueron trece en total amor, trece disparos que no se comparan a lo que sufrimos nosotras. Cuando la última bala dio en su cráneo volví a ti, a tu agonía.



Fue donde te ví entonces donde yaces ahora, muerta. Tus ojos casi inexpresivos me comunicaron una verdad que no quería aceptar. No lo lograrías. Tenias dos impactos de bala en el abdomen, tus ropas destrozadas, y tus brazos y piernas estaban fracturados. Ibas a morir. Apunté a tu cabeza, Y comencé a pedirte disculpas mientras las primeras lágrimas caían de mis ojos. Disparé…

Me senté entonces en una pequeña roca, a dos metros de tu cuerpo sin vida. Tomé una vieja libreta que estaba en el auto de Carlos y comencé a escribir nuestra historia, ya sabes como termina.

Una nube de polvo se levanta desde el desierto a lo lejos, lejanas sirenas anuncian que es la policía. Nada de eso importa ya. Tomo la pistola que descansa a mi lado, introduzco el cañón en mi boca cuidando de apuntar detrás del paladar. La policía se acerca, puedo distinguir ya a las 3 patrullas. No importa, cuando lleguen, amor, estaremos juntas de nuevo. Cierro mis ojos, presiono el gatillo. Click. No quedan balas.


6 de marzo de 2008

como chucha llegaste? Vol I

Ya, el blog tiene algunas visitas y de a poco está creciendo. Es por eso que lanzaremos una nueva sección y, copiando a NPC les presento.... "Como chucha llegaste?". Una sección extraída directamente desde las estadístics de google para que sepan como está llegando la gente al blog.

Mas info después del salto...


Ránking top ten de las búsquedas mas extrañas...
10.- anima sola como es su nombre verdadereo
que poético. que tiene que ver conmigo?

9.- blog sushi
eso me gustó, pero acá no vendemos de eso.

8.- hormigueo en la espalda
pues ráscate

7.- mrpuck
el mismo que viste y calza

6.- que significa la palabra remate
alguien tiene un diccionario?

5.- que significa traviesa
leer Nº 6

4.- que significa weon
por ahí hay un monólogo del temita

3.- sex
¬¬ caliente de mier...

2.- valparaiso
hermosa ciudad portuaria

y por último, el mas WTF del día...
1.-¿que pasa si mi perro se comio un condon?
sin comentarios...

5 de marzo de 2008

mujeres. Cap 12

El avión aterriza sin novedades en el aeropuerto de Arica. El ajetreo del desembarco y el movimiento típico del aeropuerto me ayudan a olvidar las cosas que dejamos atrás, aunque sólo sea por un tiempo corto. Una brisa tibia despeina nuestros cabellos cuando salimos del edificio principal mientras el aire de mar inunda mis pulmones. Nos registramos en un hotel, no muy caro, pero acogedor. Del tipo que ocuparías en un viaje de negocios o en un fin de semana lejos de casa.


Comienza la media tarde y nosotras ya estamos bajando a la piscina del Hotel, dispuestas a descansar un poco del agotador viaje. Caminamos seguras de nuestra belleza. Las miradas de los hombres presentes no se hacen esperar y, mientras te tiendes cuan larga eres junto a la piscina, yo saco el bronceador y comienzo a untártelo en la espalda.

- Amor, por qué no te desamarras el bikini? Se te puede manchar. – Te digo, en voz alta, para que puedan oírnos.
- Desamárramelo tú, por favor.
- Mejor sácatelo, para que el bronceado quede parejo.

Te sacas el sostén sin pudor, revelando gran parte de tus atributos. Las miradas atónitas del público presente se fijan en tus pechos cuando yo unto bronceador sobre ellos. Te acercas, me abrazas y me besas. Comenzamos a jugar como dos niñas despertando a la sexualidad. Un empleado del hotel se acerca a nosotras, es jóven, no más de 25 años, su rostro está completamente ruborizado.

- Discúlpenme señoritas. – Dice, despues de aclarar su garganta.
- Dime? – respondes, antes de reir por las cosquillas de mi lengua en tu cuello.
- Hay algunos huéspedes que se sienten de alguna manera pasados a llevar con sus muestras públicas de afecto. Sería posible que, de alguna manera, se moderaran?
- Mmm… Está bien, pero con una condición – Dices. Tu mirada revela segundas intenciones
- Cual sería esa? – Responde el botones, algo dubitativo.
- Quiero que subas a nuestra habitación hoy en la noche.
- Pero eso es en contra de las políticas del establecimiento.
- Entonces seguiremos en lo que estábamos
- Está bien. Haré lo posible. – El botones da media vuelta y se va. Notoriamente molesto.
- Es él.
- Cómo?
- Nuestro contacto, es él.
- Contacto? Qué contacto?
- Más tarde te lo explico. Por ahora déjame broncearme un poco.

Te acomodas en la silla y cierras los ojos para tomar una siesta, yo tomo un libro que había traido y me pongo a leer, pero lo que dijiste sigue dando vueltas en mi cabeza. Después de un rato, me tiendo junto a ti en una silla y me dispongo a dormir.

El mismo empleado me despierta bruscamente de lo que, hasta el momento, había sido un sueño perfecto. En su defensa me aclara que es hora de cerrar la piscina y despejar el área. No te veo por ninguna parte. Asumiendo que estás en la habitación, entro al hotel y me acerco al ascensor. El botones, que me ha estado siguiento, se detiene detrás de mí.

- Tenemos que hablar
- Perdón?
- Espérenme al amanecer en la salida de Arica hacia el desierto – Da media vuelta y se va.

El ascensor abre sus puertas y entro en él. Llego al décimo piso, donde está nuestra habitación. Me acerco a la puerta, deslizo la llave en la chapa y entro.

- …No te preocupes, ahí estarán. El cargamento es nuestro.
- Amor?

4 de marzo de 2008

mujeres. Cap 11

Es curioso como las cosas que nos ocurrieron mientras estuvimos juntas son tan fáciles de escribir ahora que no estás. Hay muchas cosas que no recuerdo bien, especialmente lo relativo a la muerte de mis amigos. No tengo recuerdos claros sobre el funeral de Hernán, excepto que lloraste, mi amor. Lloraste como nunca te había visto llorar. Eso y que Diego y Marcelo volvieron a vivir con sus respectivas familias, vendimos la casa y repartimos el dinero en partes iguales. Nosotras volvimos a tu departamento y, por un tiempo, todo pareció calmarse. No supimos más de Sanka ni de la droga hasta un par de meses, cuando una llamada en la mitad de la noche nos despertó.



- Alo?
- Yo! Ursula me love! Como está todo
- Que queres Sanka, son las 4 de la mañana.
- Está Fernanda?
- Llámala en la mañana. – Colgaste el teléfono antes de que Sanka pudiera responder.
- Era Sanka?
- Si, quería hablar contigo. Le dije que llamara en la mañana

Volvimos a dormir. A la mañana siguiente y mientras tú te duchabas, el teléfono volvió a sonar. Sanka de nuevo, quería verme. Te lo expliqué de manera rápida mientras terminava de vestirme.

- Ten cuidado, no sabemos lo que quiere ahora ese negro de mierda. – Me gritas desde la ducha
- Si amor, no te preocupes, cualquier cosa te llamo.
- Estás segura que no quieres que te acompañe?
- Estoy bien, llevo la pistola.

Dejo atrás la puerta del departamento, bajo a la calle y tomo un taxi, mientras parte, me parece ver un vehículo de investigaciones detenerse frente al edificio, el taxi dobla la esquina y lo pierdo de vista.

Llego donde Sanka, hay menos gente que lo acostumbrado y ya no suena la música. El Jamaicano se ve demacrado, sus años se marcan aún más en el angustiado rostro.

- Necesito tu ayuda – Me dice, con un tono que denota desesperación.
- Que pasa Sanka?
- La mitad de mi gente ha sido deportada a Jamaica y la policía está buscándome, necesito un lugar donde esconderme.
- Ya. Y? Qué tiene que ver eso conmigo?
- Eres la única que puede ayudarme!, pero eso no es lo peor. Creo que Ursula puede estar ayudándolos
- Ayudando a quién?
- A la policía! De que otra manera explicas que hayan decomisado un cargamento en Arica? Nadie más sabía!
- Y por que no me lo dijiste antes? – No podía creer lo que Sanka me decía. Mi amor, si lo hubiera sabido entonces.

Mi única reacción fue abofetear al negro de mierda y volver al departamento. Ahí estabas tú, esperándome, tan radiante como siempre. Las maletas estaban hechas. Por alguna extraña razón, decido no comentarte la conversación que tuve con Sanka.

- Y esas maletas?
- Nos vamos amor – Me dices, con esa sonrisa de niña que tienes
- Dónde?
- A Arica. Te tinca? Quiero bañarme en una playa del norte.
- No sé, tengo un par de negocios que atender en Santiago esta semana…
- Vamos! Va a ser divertido! – Tu poder de convencimiento termina por derrumbar mis defensas y acepto.
- Ya, vamos.
- Ya!!! Tenemos una hora antes que salga el avión

Llegamos al aeropuerto, tomamos el avión. Despegamos. Si hubiera sabido entonces mi amor. Si hubiera sabido. No habría tomado ese vuelo, te habría obligado a quedarte en Santiago. Quizás aún estarías viva. Quizás aún estaríamos juntas.

2 de marzo de 2008

mujeres. Cap 10

Hoy llueve. El funeral empieza en una hora, tú decidiste no ir, no te gustan mucho esas cosas. Hernan y los demás están listos. Yo aún no puedo convencerme de que Claudia haya muerto. Nos reunimos todos en la iglesia donde velan a nuestra amiga y nos subimos en el auto de Carlos para seguir a la pompa en progresión hacia el cementerio. Ya llegamos, las lágrimas no han brotado aún de mis ojos, y no creo que lo hagan. De alguna manera, siento que Claudia está mejor ahora, quizás con su hijo, feliz en ese extraño lugar donde va la gente cuando muere.


La familia de claudia va en procesión detrás del ataúd negro azabache hasta la cima de una pequeña colina, coronada por un sauce. Un gran sentimiento de culpa me abruma, todo esto es mi culpa, si no le hubiera pasado el dinero claudia seguiría viva, y quizás tú tambien. No es tan difícil imaginarse lo que hubiera pasado si su hijo hubiera nacido. Hernán se habría casado con ella. La lluvia ya cesó

La ceremonia es desgarradoramente triste. Todo el mundo llora la muerte le nuestra querida amiga, pero yo no. Yo no puedo llorar, por mucho que lo intente. Te veo a lo lejos, donde nadie puede distinguirte, mirando la ceremonia. Al final si viniste, y presentas tus respetos hacia Claudia a tu manera. De pronto, Hernán rompe a llorar y de lanza sobre el ataúd que ya había sido dejado sobre los bastidores antes de enterrarlo definitivamente.

- Si tan solo me lo hubieras dicho. – Dice Hernan entre sollozos.

Paseo la vista entre los asistentes cuando la mirada fulminante de su madre se posa en mí. Veo reflejada en ella el odio hacia mi persona, culpándome por lo que le pasó a su amada hija. La verdad es que no se veían hace casi dos años, cuando llegó a vivir con nosotros cansada de los golpes y abusos en su hogar.

Después de la ceremonia de rigor, el cuerpo sin vida de nuestra amiga desciende a su última morada y es luego cubierto con tierra hasta emparejar el terreno. Mañana en su lugar habrá una linda lápida que recuerde lo buena que fue Claudia en vida. Todas esas cosas que hacen para recordar a los que partieron antes que nosotros.

El cuerpo de Claudia ya está enterrado y nosotros nos vamos. Hernan decide quedarse, quizás conciente ahora de lo mucho que le importaba Claudia. Descendemos la colina con un viento frio del oeste como compañía. Me imagino a Claudia en ese viento, despidiéndose, no sé por qué.

Llegamos al sendero y, justo antes de subirnos al auto, un trueno raja el cielo, descargando la lluvia sobre nosotros nuevamente. Miro hacia atrás y veo a Hernan con un cigarro en su boca.

- Hernán no fuma – digo para mi misma.
- Déjalo, dale ese gusto. Tiene derecho a fumar – Me dice Marcelo mientras se sube en el asiento del copiloto.

La lluvia cae fuerte sobre el cementerio. Veo la mano de Hernán sacar algo de su bolsillo. Demasiado tarde me doy cuenta de lo que es. Bota el cigarro al piso, el cañón del revólver toca su sien y se escucha el sordo sonido de un disparo amortiguado por el trepicar de la lluvia en el suelo. El cuerpo inerte de Hernán se desploma sobre la tumba de Claudia.

Conmoción, todos nos acercamos corriendo al cuerpo inerte de nuestro amigo, aún sin poder creer lo que acabamos de presenciar. Dos amigos, en menos de una semana. Entre el caos y la conmoción, Diego comienza a marcar números en su celular. Llama para pedir una ambulancia.

- Ya no hay nada que hacer, está muerto – Dices, entrando al círculo de gente que rodea el cuerpo de Hernán.
- Quizás todavía esté vivo!! – Te Responde Claudio.
- Mira su cabeza de nuevo y dime si crees que está vivo!! – Lágrimas salieron de tus ojos al gritarle a Claudio. Nuestro amigo mira la masa informe que era la cabeza de Hernán y cuelga el teléfono
- No, ya está muerto.


1 de marzo de 2008

mujeres. Cap 9

En el momento que enciendo el primer cigarro, algo me dice que Claudia no está muy bien. Imagino la espátula raspando su útero, la sangre derramada, la vida exterminada en un instante. Y por alguna perturbadora razón, lo único que viene a mi mente producto de esos pensamientos, eres tú, Ursula.



Las horas pasan y los cigarros se deshacen en humo y nervios que la nicotina no logra calmar. Espero en la plaza mientras veo las nubes teñirse de los fuertes colores del atardecer. Una llamada en mi celular. Contesto. El doctor me avisa que la operación ha terminado y que todo está bien. Le pido hablar con Claudia, pero él me responde que por ahora eso es imposible ya que aún está bajo los efectos de la anestesia. Me dice que puedo ir a recogerla al día siguiente. La idea no me convence y se lo hago saber.

- Preferiría verla ahora mismo.
- Insisto señorita, eso no va a ser posible.
- Voy a ir a verla.

Cuelgo el celular y mientras camino al departamento donde funciona la consulta, decido llamarte y contarte lo sucedido.

- …Y eso es lo que pasa, me puedes venir a buscar amor?
- Voy. Espérame en Bilbao con Pedro de Valdivia. Nos encargaremos juntas de esto.

Veinte minutos después veo al auto negro de Carlos acercarse por Bilbao. Estacionan en un pequeño pasaje cerca de la plaza y al bajarse del auto, logro ver la culata de la pistola asomando desde tu pantalón. Mientras me besas, deslizas una pistola entre mis ropas. Carlos nos acompaña.

- Vamos amor, donde es exactamente?
- Ves esos departamentos de ahí? Esos son.
- Vamos Carlos, mejor nos acompañas esta vez. – Le digo a Carlos.
- Tú guías, yo sigo Fernanda.

Entramos al edificio y golpeamos la puerta del departamento donde dejé a Claudia. Nadie contesta.

- Doctor, salga. Sólo queremos ver a nuestra amiga.
- Claudia!, me escuchas? Soy Ursula!
- Carlos, ayúdame a abrir esta puerta – Le digo mientras tomo impulso para tratar de abrirla al la fuerza.
- Déjame a mí.

Carlos se aleja un poco y, con la pistola cargada y lista, patea la puerta. No cede. Con otra patada en un lugar estratégico la puerta y las bisagras comienzan a ceder. Un tercer golpe en la chapa y la puerta por fin se abre. Hay un extraño olor en el ambiente. Las cortinas están cerradas y la habitación que sirvió como sala de operaciones está en total oscuridad. Un bulto se vislumbra en la oscuridad. Enciendo las luces y ahí está Claudia, desnuda, cubierta solamente por una sábana blanca y con una gran mancha roja saliendo de su entrepierna. Es sangre.

mujeres. Cap 8

Si hubiera sabido entonces las cosas que pasarían, habría tomado el dinero y habría desaparecido, te hubiera llevado conmigo y nos hubieramos ido del país, antes que todo saliese de control. Antes que pasaran las horribles cosas que empezaron a pasar desde que conocí a Sanka. Te extraño tanto amor. Pero pronto me reuniré contigo. Sólo espérame un poco más. Quiero que todos sepan lo que vivimos juntas.


El taxi se demora menos de lo habitual en llegar a la clínica. Claudia está nerviosa, pálida. La recepcionista anota sus datos y mientras esperamos que nos atiendan leemos revistas viejas, de esas que abundan en las salas de espera. Finalmente, desde el pasillo una enfermera llama a Claudia.

- Claudia Fuentes?
- Aquí – responde ella. – Vamos – me dice mientras se levanta.

Entramos a la oficina del médico, un señor calvo de aspecto bonachón. Tras las preguntas de rigor, y el olor a anestesia que invade el lugar, prefiero ir al grano y ahorrar toda la charla.

- Doctor, lo que queremos preguntarle es algo que va en contra de toda ética, pero conociendo sus antecedentes y tomando en cuenta que estamos en confianza, iré directo al grano.

La sonrisa del doctor desaparece de su rostro y sus manos se entrecruzan, nerviosamente.

- Mi amiga quiere abortar. – Digo, sin bacilaciones
- Un millón de pesos.
- Los quiere en efectivo? – Respondo de inmediato.

El doctor levanta el teléfono, marca un anexo y le dice a la enfermera al otro lado de la línea:

- Angélica, cancela las horas para el resto de la tarde por favor, no voy a poder atender.

Dicho esto, se levanta, comienza a recoger sus cosas y nos dice:

- Nos vemos en 2 horas en Bilbao con Pedro de Valdivia, la operación se hará en otro lugar.

Nos despedimos de él, nos levantamos de nuestros asientos y salimos de la clínica. Las nubes comienzan a formar extrañas figuras en el cielo. Claudia no ha hablado una palabra desde que entramos a la oficina del médico.

- Estás segura que quieres hacer esto? – Le pregunto.
- ….Si… - Responde, aún dudando.
- Claudia, no es necesario que lo hagas.
- Voy a hacerlo!
- Entonces vamos.

La caminata hasta Bilbao nos sirvió para relajar a Claudia y hacer correr el tiempo hasta la hora indicada. Puntualmente aparece el médico en la esquina y nos pide que le acompañemos.

- Todo está listo en la sala de operaciones.

La sala de operaciones no es más que un departamento que cuenta con una camilla, algunos elementos básicos para operar y un monitor cardiorrespiratorio.

- Desnúdese y recuéstese en la cama, por favor. – Le dice a Claudia. – Usted me temo, va a tener que esperar afuera. – Me dice.

Salgo de la habitación y mientras espero, decido comprar una caja de cigarros, la primera en mucho tiempo.