7 de marzo de 2008

mujeres. Cap 13 (final)

Aquella fue la última conversación que tuvimos, la última vez que nos besamos. Pienso en esos momentos ahora y no entiendo cómo no me di cuenta antes. Cómo no vi tu traición y tus mentiras. Recuerdo esos dos días en el hotel y lloro por nosotras. Te amo todavía, a pesar de todo. Te comenté esa noche sobre lo que dijo el botones. Tú no pareciste sorprenderte.


- Pero estás segura que no es una trampa? – Te dije, justo antes de partir.
- Segura. Confía en mí amor, dentro de poco todo habrá acabado.

Carlos había llegado durante la madrugada, y nos esperaba en el lobby del hotel cuando bajamos para partir al desierto. Tu cabello estaba recogido en una hermosa cola de caballo que caía lisa y seductora desde tu nuca.

El viento jugaba con mi cabello mientras salíamos de la ciudad y el Sol calentaba ya nuestra piel con los primeros rayos de la mañana. Tal como nos había dicho, el botones, sin el uniforme con el que lo habíamos visto en el hotel, nos esperaba en la salida. Junto a él, dos desconocidos esperaban dentro de una camioneta.

- Temía que no vinieran. Vamos, no tenemos tiempo que perder. – Dijo antes de subirse en el asiento del conductor de la camioneta. – Síganme.

Ahora entiendo tu hermetismo, amor, cuando te preguntaba sobre nuestro viaje al desierto con el botones. Cuando hablabas por celular a media voz, tratando que nadie te oyera.

Llevábamos ya 20 minutos siguiendo al botones cuando me pasaste este chaleco anti balas, y la pistola que acabó con tu vida. Me dijiste que todo acabaría pronto, que las armas y la protección eran sólo como disuasión. Sólo cuando nos bajamos, junto a otra camioneta idéntica a la que seguíamos, que me explicaste lo de la transacción de drogas. Carlos esperaría en el auto.

Lo que vino después fue una extraña sucesión de imágenes fijas. Algo salió horriblemente mal. Vi a los desconocidos de la camioneta bajarse y tomarte de los brazos. Vi a Sanka bajarse de la otra camioneta y al botones acercándose a saludarlo. Los vi humillarte, golpearte, ultrajarte. Tu brazo roto colgaba en una grotesca posición detrás de tu cabeza, mientras uno de los bastardos rompía tus pantalones. Fuiste violada mas veces de las que puedo contar, frente a mi, mientras yo me encontraba en un estado de catarsis. Incapaz de reaccionar.

Sanka se acercó a mí y me susurró al oído que yo era la siguiente. Recuerdo haberme enfurecido. Miré al negro bastardo a los ojos y desenfundé la pistola. Apreté el gatillo antes que los demás pudieran darse cuenta de lo que estaba pasando. Carlos disparó desde el auto a quien se encargaba de custodiarlo. Comenzó entonces un tiroteo, parapetados tras los autos. Como pude te arrastré hasta donde Carlos se encontraba disparando, detrás de una de las camionetas. Dos mal nacidos cayeron antes de que un el botones terminara con la vida de Carlos con un certero disparo en el corazón.

Todo quedó reducido entonces a la escoria humana que nos disparaba y nosotras.

- Podemos estar así un buen tiempo, señoritas.
- Cállate! Te voy a matar!

No sé cuanto tiempo pasó antes de escuchar el grito del botones. Un escorpión lo había picado. La distracción fue suficiente y en tres pasos llegué a su lado. Me miró entonces y se supo derrotado.

- Te voy a hacer pagar, hijo de la grandísima puta!!

El primer disparo atravesó su pie derecho. Su grito se vio silenciado por otro disparo en el pie contrario. Fueron trece en total amor, trece disparos que no se comparan a lo que sufrimos nosotras. Cuando la última bala dio en su cráneo volví a ti, a tu agonía.



Fue donde te ví entonces donde yaces ahora, muerta. Tus ojos casi inexpresivos me comunicaron una verdad que no quería aceptar. No lo lograrías. Tenias dos impactos de bala en el abdomen, tus ropas destrozadas, y tus brazos y piernas estaban fracturados. Ibas a morir. Apunté a tu cabeza, Y comencé a pedirte disculpas mientras las primeras lágrimas caían de mis ojos. Disparé…

Me senté entonces en una pequeña roca, a dos metros de tu cuerpo sin vida. Tomé una vieja libreta que estaba en el auto de Carlos y comencé a escribir nuestra historia, ya sabes como termina.

Una nube de polvo se levanta desde el desierto a lo lejos, lejanas sirenas anuncian que es la policía. Nada de eso importa ya. Tomo la pistola que descansa a mi lado, introduzco el cañón en mi boca cuidando de apuntar detrás del paladar. La policía se acerca, puedo distinguir ya a las 3 patrullas. No importa, cuando lleguen, amor, estaremos juntas de nuevo. Cierro mis ojos, presiono el gatillo. Click. No quedan balas.


1 comentario:

Menedil Son of Valandil dijo...

Pues bien, la moraleja es: No importa si eres hombre o mujer, nunca te metas con maracas!!! xD

Muy buen cuento, no recordaba el final.