2 de marzo de 2008

mujeres. Cap 10

Hoy llueve. El funeral empieza en una hora, tú decidiste no ir, no te gustan mucho esas cosas. Hernan y los demás están listos. Yo aún no puedo convencerme de que Claudia haya muerto. Nos reunimos todos en la iglesia donde velan a nuestra amiga y nos subimos en el auto de Carlos para seguir a la pompa en progresión hacia el cementerio. Ya llegamos, las lágrimas no han brotado aún de mis ojos, y no creo que lo hagan. De alguna manera, siento que Claudia está mejor ahora, quizás con su hijo, feliz en ese extraño lugar donde va la gente cuando muere.


La familia de claudia va en procesión detrás del ataúd negro azabache hasta la cima de una pequeña colina, coronada por un sauce. Un gran sentimiento de culpa me abruma, todo esto es mi culpa, si no le hubiera pasado el dinero claudia seguiría viva, y quizás tú tambien. No es tan difícil imaginarse lo que hubiera pasado si su hijo hubiera nacido. Hernán se habría casado con ella. La lluvia ya cesó

La ceremonia es desgarradoramente triste. Todo el mundo llora la muerte le nuestra querida amiga, pero yo no. Yo no puedo llorar, por mucho que lo intente. Te veo a lo lejos, donde nadie puede distinguirte, mirando la ceremonia. Al final si viniste, y presentas tus respetos hacia Claudia a tu manera. De pronto, Hernán rompe a llorar y de lanza sobre el ataúd que ya había sido dejado sobre los bastidores antes de enterrarlo definitivamente.

- Si tan solo me lo hubieras dicho. – Dice Hernan entre sollozos.

Paseo la vista entre los asistentes cuando la mirada fulminante de su madre se posa en mí. Veo reflejada en ella el odio hacia mi persona, culpándome por lo que le pasó a su amada hija. La verdad es que no se veían hace casi dos años, cuando llegó a vivir con nosotros cansada de los golpes y abusos en su hogar.

Después de la ceremonia de rigor, el cuerpo sin vida de nuestra amiga desciende a su última morada y es luego cubierto con tierra hasta emparejar el terreno. Mañana en su lugar habrá una linda lápida que recuerde lo buena que fue Claudia en vida. Todas esas cosas que hacen para recordar a los que partieron antes que nosotros.

El cuerpo de Claudia ya está enterrado y nosotros nos vamos. Hernan decide quedarse, quizás conciente ahora de lo mucho que le importaba Claudia. Descendemos la colina con un viento frio del oeste como compañía. Me imagino a Claudia en ese viento, despidiéndose, no sé por qué.

Llegamos al sendero y, justo antes de subirnos al auto, un trueno raja el cielo, descargando la lluvia sobre nosotros nuevamente. Miro hacia atrás y veo a Hernan con un cigarro en su boca.

- Hernán no fuma – digo para mi misma.
- Déjalo, dale ese gusto. Tiene derecho a fumar – Me dice Marcelo mientras se sube en el asiento del copiloto.

La lluvia cae fuerte sobre el cementerio. Veo la mano de Hernán sacar algo de su bolsillo. Demasiado tarde me doy cuenta de lo que es. Bota el cigarro al piso, el cañón del revólver toca su sien y se escucha el sordo sonido de un disparo amortiguado por el trepicar de la lluvia en el suelo. El cuerpo inerte de Hernán se desploma sobre la tumba de Claudia.

Conmoción, todos nos acercamos corriendo al cuerpo inerte de nuestro amigo, aún sin poder creer lo que acabamos de presenciar. Dos amigos, en menos de una semana. Entre el caos y la conmoción, Diego comienza a marcar números en su celular. Llama para pedir una ambulancia.

- Ya no hay nada que hacer, está muerto – Dices, entrando al círculo de gente que rodea el cuerpo de Hernán.
- Quizás todavía esté vivo!! – Te Responde Claudio.
- Mira su cabeza de nuevo y dime si crees que está vivo!! – Lágrimas salieron de tus ojos al gritarle a Claudio. Nuestro amigo mira la masa informe que era la cabeza de Hernán y cuelga el teléfono
- No, ya está muerto.


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